24 jun 2011

Un Día Como Ninguno

Una mañana, el sol despertó con un extraño presentimiento. Todo parecía igual, las nubes estaban en su lugar, los pájaros cantaban igual que todos los días, el viento soplaba como siempre... pero había algo en el cielo que le pareció diferente.
El cielo, tan azul, tan enorme y magnífico, fascinaba al pequeño solecito con sus misterios. Esa mañana el hermoso cielo le dijo al sol "acércate a mí, quiero tenerte cerca".
El solecito subió y subió. Conforme más arriba se encontraba, su alegría iba creciendo. Jamás en su vida había experimentado una felicidad tan grande, su gigantesca sonrisa lo delataba. Mientras más subía, su brillo se iba intensificando.
El modesto brillo matutino del solecito rápidamente se convirtió en un gran resplandor. Ya nadie podía mirarlo sin tener que entrecerrar los ojos. Al solecito no le importaba, él jamás había sido tan feliz.
Brillaba y brillaba cada vez más, al solecito comenzaba incluso a lastimarle su propia luz, pero la inmensa felicidad que le causaba estar en el cielo compensaba por mucho su dolor.
El cielo se fue aclarando cada vez más y más, revelando sus secretos al solecito. El cielo comenzó a sentir el calor y el brillo, y dijo "solecito, solecito: aléjate de mí, tu brillo me lastima. Ya no quiero tenerte cerca."
Resultó increíble. Aquel solecito, que había brillado con una intensidad indescriptible, que había sentido una dicha incomparable, que se había elevado orgulloso hacia los profundos cielos, que se veía tan fuerte, imponente, invencible... renunció, por una sola sugerencia del cielo, a la gran felicidad que nadie hubiera podido negarle. No dijo ni una sola palabra, no cuestionó la voluntad de los cielos. Lentamente descendió hacia el suelo, la fria y oscura tierra de la que había salido.
El sol miró hacia atrás varias veces mientras recorría su camino, el cielo se oscurecía cada vez más y más... se volvía misterioso, distante, frio.
Poco a poco, comenzó a llenarse de pequeñas luces, estrellas que brillaban a montones. Finalmente, apareció una blanca y pálida luna en la cara del cielo.
"¿Qué significa ésto?", pensó el solecito, "¿Estrellas?, son taaan pequeñas, taaan insignificantes. Todas son idénticas, ninguna tiene nada de especial, quieren parecerse una a la otra, pensando que son únicas... son patéticas... ¿Qué tienen ellas que no tenga yo?" se preguntó el solecito con un excesivo y falso orgullo, "y esa... esa.. cosa... esa luna. No es más que un reflejo mío. Una versión pequeña, débil y pálida de mi ser. Jamás alcanzará mi brillo, jamás será como yo.... y entonces... ¿qué hace ella ahi arriba... en mi lugar...?" dijo el solecito, mientras una gran lágrima recorría sus mejillas.
"Quizá el cielo me pida que vuelva a elevarme. Sin duda habrán otros días, pero de algo estoy seguro... jamás volverá a haber un día como este."


Brillante
Brillante

Sólo hay una palabra para describir este dibujo: Brillante.

2 comentarios:

xhabyra dijo...

ese cuento esta especial para el dia mas largo del año!


xhaludos Sergio!

Pablo Cabañas dijo...

Y ese cuento se repetirá y se repetirá, hasta que el Sol comience a ser una gigante roja O.o

Saludos.